San Ignacio de Laconi, Religioso Capuchino
Mayo 11
Mayo 11
Martirologio Romano: En Cagliari, en Cerdeña, san Ignacio de Laconi, religioso de la Orden de los Hermanos Menores Capuchinos, quien por plazas y tabernas del puerto pedía incansablemente limosnas para socorrer las miserias de los pobres (1781).
Etimológicamente: Ignacio = Aquel que es ardiente, es de origen
latino.
Cuando San Francisco fundó los frailes menores no pensó, en una comunidad de sabios, sino de hombres que predicaran el Evangelio después de haberlo vivido en la pobreza más absoluta, en la obediencia y en la humildad, realizando aquella que los franciscanos llamarían conversión del corazón a la perfección evangélica, en la renuncia al pecado, a la riqueza y a cualquier propiedad terrena. En efecto, las únicas condiciones que San Francisco ponía a los primeros discípulos para ser admitidos era el despojo total de los bienes y el “servicio a los leprosos”.
Cuando San Francisco fundó los frailes menores no pensó, en una comunidad de sabios, sino de hombres que predicaran el Evangelio después de haberlo vivido en la pobreza más absoluta, en la obediencia y en la humildad, realizando aquella que los franciscanos llamarían conversión del corazón a la perfección evangélica, en la renuncia al pecado, a la riqueza y a cualquier propiedad terrena. En efecto, las únicas condiciones que San Francisco ponía a los primeros discípulos para ser admitidos era el despojo total de los bienes y el “servicio a los leprosos”.
“Nosotros vemos mendigar todos los días por la ciudad a un santo viviente,
que es un fraile laico de los Capuchinos y que se ha ganado con muchos milagros
la veneración de sus compatriotas”: así escribía en 1773 el pastor protestante
José Fues, capellán del batallón de infantería alemán al servicio del rey de
Cerdeña.
Ese santo viviente era el fraile capuchino Ignacio de Láconi, a quien los
habitantes de Cagliari llamaban “padre santo”. Parafraseando una hermosa frase
de Manzoni, ese humilde mendicante era como el mar que recibía el agua de todas
partes y después la distribuía como lluvia, a toda la sierra. Francisco Ignacio
Vicente Peis, segundo de nueve hermanos, nació en Láconi (Cerdeña) el 17 de
noviembre de 1701. Los padres, pobres materialmente, pero ricos humana y
cristianamente, le educaron en el cumplimiento de los preceptos
cristianos.
Desde muy joven Ignacio practicaba severas mortificaciones. A los 20 años,
después de haber escapado de dos peligros mortales, en cumplimiento de un voto
se fue a Cagliari para entrar al convento capuchino del Buencamino. Pero por su
delicada salud, no lo aceptaron inmediatamente. EL 10 de noviembre de 1721 ya
vestía el sayal franciscano. Después del noviciado peregrinó durante quince años
en varios conventos, y después fue llamado definitivamente al convento de
Cagliari en donde se lo encargó de la limosna, que él cumplió con espíritu
realmente franciscano: ejemplo vivo de pobreza, pero también de absoluta
disponibilidad hacia los pobres, los necesitados de todo género, los “leprosos´
del espíritu más que del cuerpo, esto es, los pecadores, a muchos de los cuales
él llevó al buen camino.
Dos años antes de su muerte, acaecida el 11 de mayo de 1781, quedó ciego,
pero siguió observando escrupulosamente la vida común con todas las reglas del
convento. Durante su vida fue dotado de extraordinarios carismas, y después de
la muerte su fama de taumaturgo se difundió cada vez más con la repetición de
los milagros que se obtenían por su intercesión. Pío XII lo beatificó en 1940, y
lo canonizó el 21 de octubre de 1951.
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Autor: P. Ángel Amo | Fuente: Catholic.net
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