San Mayolo de Cluny, Abad
Mayo 11
Mayo 11
Martirologio Romano: En Souvigny, de Borgoña, san Mayolo, abad de Cluny, quien, firme en la fe, seguro en la esperanza y repleto de una doble caridad, renovó numerosos monasterios de Francia e Italia (994)
Etimológicamente: Mayolo = Aquel nacido en el mes de mayo, es de origen
latino.
Hijo de Foquer, señor rico y poderoso en Provenza. Mayolo o también Mayeul nació en el año 906, en la pequeña villa de Valenzola. Sus padres murieron pronto, cuando Mayolo era aún muy joven. Pronto le ronda por la cabeza el pensamiento de abandonar sus muchas posesiones y retirarse a la soledad; pero antes de tomar esta determinación le obligan a salir de sus tierras los sarracenos que van haciendo incursiones desde España.
Esta es la razón de refugiarse en Mâcon donde le conociera el obispo Bernon que le da la prebenda de un canonicato al ver sus buenas cualidades y disposiciones. Termina sus estudios en la entonces célebre escuela de Lyon de donde regresa para instruir en filosofía y teología al clero local, recibir el diaconado y ser nombrado arcediano, o sea, el primero del orden de los diáconos. Como el ministerio del diaconado lleva consigo preparar la mesa a los pobres, repartiéndoles las limosnas de la iglesia, su nuevo cargo le proporciona la ocasión de ejercitar la caridad limosnera de un modo poco común; de hecho, vende sus muebles, casas y tierras para repartirlos entre los más menesterosos, incrementando así las limosnas del obispo.
Hijo de Foquer, señor rico y poderoso en Provenza. Mayolo o también Mayeul nació en el año 906, en la pequeña villa de Valenzola. Sus padres murieron pronto, cuando Mayolo era aún muy joven. Pronto le ronda por la cabeza el pensamiento de abandonar sus muchas posesiones y retirarse a la soledad; pero antes de tomar esta determinación le obligan a salir de sus tierras los sarracenos que van haciendo incursiones desde España.
Esta es la razón de refugiarse en Mâcon donde le conociera el obispo Bernon que le da la prebenda de un canonicato al ver sus buenas cualidades y disposiciones. Termina sus estudios en la entonces célebre escuela de Lyon de donde regresa para instruir en filosofía y teología al clero local, recibir el diaconado y ser nombrado arcediano, o sea, el primero del orden de los diáconos. Como el ministerio del diaconado lleva consigo preparar la mesa a los pobres, repartiéndoles las limosnas de la iglesia, su nuevo cargo le proporciona la ocasión de ejercitar la caridad limosnera de un modo poco común; de hecho, vende sus muebles, casas y tierras para repartirlos entre los más menesterosos, incrementando así las limosnas del obispo.
Quieren nombrarlo obispo de Besanzon a la muerte de Guifredo; pero se
resiste y, temeroso de que se presenten otras ocasiones que no pueda declinar,
se retira al claustro. Cluny la abadía recientemente fundada -en el 910, bajo la
advocación de san Pedro apóstol y sometido a la autoridad del papa, por
Guillermo, duque de Aquitania-, será su casa desde entonces, cuando su tercer
abad es Aymardo. Se observa estrictamente la Orden de San Benito de Arriano.
Allí le encargan de la biblioteca y le nombran apocrisario, una especie de
legado para resolver asuntos fuera del convento y, de modo especial, los que se
refieren a las relaciones con los nobles o los príncipes.
Pasa a ser abad de Cluny al quedarse Aymardo imposibilitado para el
gobierno por la ceguera. Con el abad Mayolo es cuando la abadía más resplandece
por su rectitud, disciplina y espíritu de reforma, volviéndose hacia ella los
ojos de los príncipes, emperadores y papas.
La reforma propugnada por Cluny pasa a los monasterios de Alemania a
petición del emperador Otón I y de la emperatriz Adelaida.
Las abadías de Marmontier de Turena, San German de Auxerre,
Moutier-San-Juan, San Benito de Dijon y San Mauro de las Fosas, en las
proximidades de París, conocen la reforma cluniacense en Francia. El mismo papa
Benedicto VII encomienda al abad Mayolo la reforma del monasterio de
Lerins.
Fue toda una labor apasionante y pletórica realizada sólo en diez años.
Claro está que nada de esto hubiera podido realizarse con un espíritu pusilánime
o sin oración, sin penitencia y sin su piedad recia que incluía el tierno amor a
Santa María como queda expresado en sus peregrinaciones a los santuarios de
Nuestra Señora de Valay y de Loreto.
No todos los trabajos fueron ad intra propiciando la reforma de los buenos.
Tuvo también escarceos apostólicos y proselitistas con los infieles sarracenos
durante el tiempo en que le tuvieron preso, en Pont-Ouvrier, y de quienes fue
rescatado por una fuerte suma de dinero que pudo reunirse entre los frailes y
con las ayudas de amigos y ricos nobles conocidos.
El emperador Otón II quiso que fuera elegido papa, pero topó con su firme
negativa.
Cansado de trabajos y pensando que su misión estaba concluida, propone se
elija a su fiel discípulo Odilón para sucederle y renuncia a ser abad. Pero,
aunque anciano ya, le queda todavía una última aventura reformadora; fue Hugo,
el fundador de la dinastía de los Capetos, quien le pide como rey de Francia que
regrese a París para introducir la reforma en la abadía de san Dionisio; no supo
negarse, se puso en camino y muere en el intento generoso de mejorar ese
monasterio para bien de la Iglesia; en Souvigni, el 11 de Mayo del año 994, casi
nonagenario, muere el reformador Mayolo, uno de los hombres más eminentes de la
cristiandad del siglo X, organizador insigne que preparó el estallido de
vitalidad del siglo XI.
Su figura se presenta magnífica en la escena del siglo de hierro en un mundo que estaba en construcción. Además de extender la Orden de Cluny en influencia y prestigio para reformar el mundo cristiano, su obra se extiende a otros aspectos de la vida social: construye y restaura, favorece las letras e introduce las ideas cristianas en los gobiernos de Alemania, de Francia y de Italia y, además, es incapaz de contemplar a un necesitado sin derramar lágrimas.
Su figura se presenta magnífica en la escena del siglo de hierro en un mundo que estaba en construcción. Además de extender la Orden de Cluny en influencia y prestigio para reformar el mundo cristiano, su obra se extiende a otros aspectos de la vida social: construye y restaura, favorece las letras e introduce las ideas cristianas en los gobiernos de Alemania, de Francia y de Italia y, además, es incapaz de contemplar a un necesitado sin derramar lágrimas.
La abadía de Cluny, el templo mayor del mundo hasta que en el siglo XVI se
construyó en Roma la basílica de san Pedro, que llegó a ser uno de los más
importantes centros religiosos, que preparó decisivamente el camino a la reforma
gregoriana y que se convirtió en potente foco de radiación del románico europeo,
está convertida hoy en un montón de ruinas sólo recuperadas para la posteridad
en el papel y el diseño. Se cerró y arrasó en el 1790 por la Revolución
francesa.
Se entiende que no todas las revoluciones son respetuosas con la cultura, ni con el arte, ni con la historia o que quizá existan más interpretaciones de historia, de arte y de cultura.
Se entiende que no todas las revoluciones son respetuosas con la cultura, ni con el arte, ni con la historia o que quizá existan más interpretaciones de historia, de arte y de cultura.
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Fuente: Archidiócesis de Madrid
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