San Pacomio de Tebaida, Abad
Cenobita
Mayo
9
La extraordinaria vida de
los ermitaños, con sus mortificaciones a veces exageradas y con aquella especie
de encarnizamiento en sobrecargarse de abstinencias, ayunos, vigilias, era
verdaderamente la traducción práctica del Evangelio. Su soledad podía de hecho
tapar el engaño de sus extravagancias y de su orgullo.
Martirologio Romano: En Tebaida, san Pacomio, abad, que cuando aún era
pagano se sintió impresionado por el testimonio de caridad cristiana para con
los soldados detenidos en la cárcel común y, después de abrazar el cristianismo,
recibió el hábito monástico de manos del anacoreta Palamón. Al cabo de siete
años, por inspiración divina, fue abriendo numerosos monasterios con el fin de
recibir a los monjes en régimen de vida común, escribiendo para ellos una
célebre Regla. (c.292/4 - 346).
Para eliminar este peligro un monje egipcio del siglo IV, San Pacomio, tuvo
la idea de una nueva forma de monaquismo: el cenobitismo, o la vida en común,
donde la disciplina y la autoridad reemplazaba la anarquía de los
anacoretas.
Educó a sus monjes a la vida en común, constituyendo, poco lejos de las
riberas del Nilo, la primera “koinonía”, una comunidad cristiana, a imitación de
la fundada por los apóstoles en Jerusalén, basada en la comunión en la oración,
en el trabajo y en el alimento y concretada en el servicio recíproco. El
documento fundamental que regulaba esta vida era la Sagrada Escritura, que el
monje aprendía de memoria y recitaba en voz baja durante el trabajo manual. Esta
era también la forma principal de oración: un contacto con Dios mediante el
sacramento de la Palabra.
San Pacomio nació en el Alto Egipto el año 287, de padres paganos. Enrolado
a la fuerza en el ejército Imperial a la edad de 20 años, acabó en prisión en
Tebas con todos los reclutas. Protegidos por la oscuridad, por la noche los
cristianos les llevaban un poco de alimento. El gesto de los desconocidos
conmovió a Pacomio, quien preguntó quién los incitaría a traer esto. “El Dios de
los cielos” fue la respuesta de los cristianos. Aquella noche Pacomio rezó al
Dios de los cristianos que lo liberara de las cadenas, prometiéndole a cambio
dedicar su propia vida a su servicio.
Tan pronto recobró su libertad cumplió el voto uniéndose a una comunidad
cristiana de una aldea del sur, la actual Kasr-es-Sayad en donde tuvo
instrucción necesaria para recibir el bautismo.
Por algún tiempo llevó una vida de asceta entregándose al servicio de la
gente del lugar, después se puso por siete años bajo la guía de un monje
anciano, Palamone. Durante un paréntesis de soledad en el desierto una voz
misteriosa lo invitó a establecer su residencia en aquel lugar, al cual después
habrían llegado numerosos discípulos. A la muerte de Pacomio, los monasterios
masculinos eran nueve, más uno femenino.
Del santo se desconoce el lugar de la sepultura, pues en su lecho de muerte
dijo al discípulo Teodoro que escondiera sus restos para evitar que sobre su
tumba edificaran una iglesia, a imitación de los “martyrion” o capillas
construidas en las tumbas de los mártires.
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Autor: P. Ángel Amo | Fuente: Catholic.net
Gracias, excelente aporte espiritual, Dios les bendigda.
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