San Ubaldo Baldassini de Gubbio, Obispo
Mayo 16
Martirologio Romano: En Gubbio, en la región de Umbría, Italia, san Ubaldo, obispo, que se entregó a la labor de reformar la vida común de los clérigos. († 1160)
Nacido de noble cuna en Gubbio, Umbría, Italia.
Martirologio Romano: En Gubbio, en la región de Umbría, Italia, san Ubaldo, obispo, que se entregó a la labor de reformar la vida común de los clérigos. († 1160)
Nacido de noble cuna en Gubbio, Umbría, Italia.
Perdió a su padre cuando era muy joven, fue educado por el prior de la
Iglesia Catedral de su ciudad natal, donde fue canónigo regular.
Deseando servir a Dios con mayor regularidad,pasó al monasterio de San
Segundo de la misma ciudad, donde permaneció algunos años. Llamado de vuelta por
su obispo regresó al monasterio de la Catedral, donde fue hecho prior.
Fue nombrado obispo de Gubbio por el papa Honorio II. Durante su gobierno
pastoral se distinguió por su gran paciencia y la notable frugalidad de su
vida.
Su presencia salvó a la ciudad de ser saqueada por Federico Barbarroja.
Murió el año 1160.
El día 16 de mayo se celebra la festividad de San Ubaldo, siendo el patrón
de Gubbio, también se celebra su festividad en Jessup, Pennsylvania, Estados
Unidos.
La devoción hacia el santo es muy grande en toda la Umbria y especialmente
en Gubbio, donde en todas las familias hay al menos algún miembro con el nombre
de Ubaldo. La festividad de su patrón se celebra por los habitantes con gran
solemnidad.
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fuente:«Vidas de los santos», Alban Butler
Felizmente poseemos una excelente biografía de san Ubaldo Baldassini,
obispo de Gubbio, escrita por Teobaldo, su sucesor en la sede. Ubaldo pertenecía
a una noble familia de Gubbio. Quedó huérfano a temprana edad; su tío, el obispo
de la ciudad, se encargó de educarle en la escuela de la catedral. Ubaldo
recibió la ordenación sacerdotal al terminar sus estudios.
Aunque era muy joven, fue nombrado deán de la catedral para que llevase a cabo la reforma de los canónigos, cuya existencia disipada era el escándalo de la ciudad. La tarea no era fácil, pero Ubaldo logró convencer a tres de los canónigos para que formasen una comunidad. Con el propósito de familiarizarse con la vida en común de los canónigos regulares, Ubaldo fue a pasar tres meses en la comunidad que Pedro de Honestis había fundado en el territorio de Ravena.
Aunque era muy joven, fue nombrado deán de la catedral para que llevase a cabo la reforma de los canónigos, cuya existencia disipada era el escándalo de la ciudad. La tarea no era fácil, pero Ubaldo logró convencer a tres de los canónigos para que formasen una comunidad. Con el propósito de familiarizarse con la vida en común de los canónigos regulares, Ubaldo fue a pasar tres meses en la comunidad que Pedro de Honestis había fundado en el territorio de Ravena.
A su regreso estableció en
Gubbio las mismas reglas y, al poco tiempo, las aceptó todo el capítulo. Algo
más tarde, un incendio consumió la casa de los canónigos y Ubaldo aprovechó la
ocasión para trasladarse a Fonte Avellano y consultar a Pedro de Rímini, pues
tenía la intención de retirarse a la soledad. Pero el siervo de Dios le hizo ver
que se trataba de una tentación muy peligrosa y le exhortó a volver a ocupar el
puesto que Dios le había señalado para bien de los demás.
Ubaldo retornó, pues, a Gubbio y, bajo su dirección, el capítulo floreció más que nunca. En 1126, el santo fue elegido obispo de Perugia, pero se escondió para que los delegados de la ciudad no le encontrasen; en seguida fue a Roma a rogar al papa Honorio III que le permitiese rehusar el cargo. El Papa accedió a su petición, pero dos años después, quedó vacante la sede de Gubbio y el mismo Pontífice aconsejó al clero que eligiese a Ubaldo.
Ubaldo retornó, pues, a Gubbio y, bajo su dirección, el capítulo floreció más que nunca. En 1126, el santo fue elegido obispo de Perugia, pero se escondió para que los delegados de la ciudad no le encontrasen; en seguida fue a Roma a rogar al papa Honorio III que le permitiese rehusar el cargo. El Papa accedió a su petición, pero dos años después, quedó vacante la sede de Gubbio y el mismo Pontífice aconsejó al clero que eligiese a Ubaldo.
El santo practicó todas las virtudes dignas de un sucesor de los Apóstoles,
pero se distinguió sobre todo por la mansedumbre y paciencia con que soportaba
las injurias y afrentas, como si fuese insensible a ellas. En cierta ocasión,
los obreros que reparaban las murallas de la ciudad, penetraron en la viña de
san Ubaldo y dañaron las plantas.
Al ver esto, el santo les rogó que procediesen con mayor cuidado; pero el capataz, que probablemente no le reconoció, le propinó un empellón con el que le hizo caer en un charco de mortero. San Ubaldo se levantó cubierto de lodo y se retiró sin decir palabra; pero algunos testigos del incidente esparcieron la noticia y el pueblo pidió que se castigase al capataz.
La gran indignación popular estaba a punto de ejecutar un castigo brutal contra el capataz, cuando se presentó san Ubaldo en la corte y manifestó que, como se trataba de una ofensa cometida contra un miembro del clero, el culpable debía ser juzgado por el obispo. Después, se acercó al acusado, le dio el beso de paz en señal de reconciliación, rogó a Dios que le perdonara ésa y todas las otras injurias que hubiese cometido en su vida y pidió al juez que dejera en libertad al reo.
Al ver esto, el santo les rogó que procediesen con mayor cuidado; pero el capataz, que probablemente no le reconoció, le propinó un empellón con el que le hizo caer en un charco de mortero. San Ubaldo se levantó cubierto de lodo y se retiró sin decir palabra; pero algunos testigos del incidente esparcieron la noticia y el pueblo pidió que se castigase al capataz.
La gran indignación popular estaba a punto de ejecutar un castigo brutal contra el capataz, cuando se presentó san Ubaldo en la corte y manifestó que, como se trataba de una ofensa cometida contra un miembro del clero, el culpable debía ser juzgado por el obispo. Después, se acercó al acusado, le dio el beso de paz en señal de reconciliación, rogó a Dios que le perdonara ésa y todas las otras injurias que hubiese cometido en su vida y pidió al juez que dejera en libertad al reo.
El santo defendió, repetidas veces, a su grey contra los peligros públicos.
El emperador Federico Barbarroja había saqueado Espoleto y amenazaba con caer
sobre Gubbio. San Ubaldo salió al encuentro del emperador y consiguió que
desistiese de su propósito. Durante los dos últimos años de su vida, el santo
obispo tuvo una serie de enfermedades que le hicieron sufrir mucho; pero todo lo
soportó con heroica paciencia.
El día de Pascua de 1160, aunque estaba muy enfermo, se levantó a celebrar la misa, predicó y dio la bendición al pueblo para que no quedase decepcionado. Al terminar estaba tan débil, que debió ser trasportado a su lecho, del que ya no se levantó. El día de Pentecostés, todo el pueblo de Gubbio desfiló por su habitación para despedirse del que cada uno consideraba como a un padre. San Ubaldo murió el 16 de mayo de 1160. La multitud que acudió a sus funerales, desde muy lejos, fue testigo de los numerosos milagros que Dios obró en su tumba.
El día de Pascua de 1160, aunque estaba muy enfermo, se levantó a celebrar la misa, predicó y dio la bendición al pueblo para que no quedase decepcionado. Al terminar estaba tan débil, que debió ser trasportado a su lecho, del que ya no se levantó. El día de Pentecostés, todo el pueblo de Gubbio desfiló por su habitación para despedirse del que cada uno consideraba como a un padre. San Ubaldo murió el 16 de mayo de 1160. La multitud que acudió a sus funerales, desde muy lejos, fue testigo de los numerosos milagros que Dios obró en su tumba.
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Fuente: Enciclopedia Católica || ACI Prensa
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