San Germán de Constantinopla, Obispo
Mayo 12
Mayo 12
Martirologio Romano: En Constantinopla, san Germán, obispo, el cual, insigne por su doctrina y virtudes, refutó con gran persuasión el edicto contra las imágenes sagradas promulgado por el emperador León el Isáurico (733).
Etimológicamente: Germán = Aquel que es un guerrero fuerte, es de origen
germánico.
Nació el 635, siendo Heráclio emperador bizantino. Su padre fue un prestigioso patricio, llamado Justiniano, muerto alrededor del 669 por orden del suspicaz o envidioso emperador Constantino Pogonato.
Nació el 635, siendo Heráclio emperador bizantino. Su padre fue un prestigioso patricio, llamado Justiniano, muerto alrededor del 669 por orden del suspicaz o envidioso emperador Constantino Pogonato.
De la vida y actividad de Germán antes de obtener su primera prelacía
apenas sabemos nada. Dos documentos antiguos (un menologio y un sinaxario) nos
ponderan su afición a las Escrituras y a la contemplación, su viveza de ingenio
y experiencia de los negocios. En todo caso parece que ya antes del 711 era
obispo de Cízico, en el Helesponto. Poco después el monotelismo (herejía
defensora de una sola voluntad en Cristo), aunque ya recibido el golpe de muerte
en el VI concilio ecuménico de 681, revivió por corto espacio con el emperador
Filípico (711-713), el cual presionó de tal modo a Germán, que el anciano
prelado tuvo la debilidad de ceder en el sínodo de Constantinopla, año 712. Pero
su reacción en pro de la ortodoxia fue rápida. Al subir al trono de Oriente el
católico Artemio (Anastasio II) mejora la situación.
Depuesto Juan VI, patriarca heterodoxo de Constantinopla, es nombrado
sustituto suyo, en 715, Germán, que cuenta ya unos ochenta años, pero cuyo
espíritu joven sabrá resistir los embates de sus adversarios en la época
subsiguiente. Se suele colocar al comienzo de su patriarcado un sínodo de 100
obispos, donde habrían sido anatematizados los fautores del monotelismo, entre
otros los antecesores de Germán en la sede constantinopolitana, Sergio, Pirro y
Pablo. Pero, según Grumel, el documento de las Actas es, por lo menos, dudoso.
Sin embargo, el repudio de aquella herejía se manifiesta en la carta del Santo a
los armenios, de que hablaremos después. De todos modos, la gloria más excelsa
de Germán es su actitud indomable ante la herejía iconoclasta, denominada así
por propugnar la destrucción de las imágenes (de Cristo y de los santos).
El furor de este movimiento, avivado por cierta tendencia oriental,
idealista y antiplástica, data del siglo VIII. Sea por influjo de la actitud
hostil de los árabes (para quienes el culto cristiano de tales representaciones
sensibles equivalía al idolátrico de los paganos), sea por motivos religiosos de
reforma (ante algunos abusos de la época en lo tocante a este culto), tal vez
por razones políticas de cesaropapismo, o mejor aún por la educación del
emperador León III el Isáurico (716-741) en un ambiente de paulicianismo
maniqueo, lo cierto es que este príncipe desencadena una violenta lucha contra
las imágenes en 725 con la adhesión de algunos obispos (sobre todo de
Constantino de Nicolia, en Frigia), que quizá veían en el culto de los iconos un
estorbo para la conversión de los infieles.
Germán resiste desde el principio. Debió de ser bien doloroso para el Santo recordar la escena (a. 717) donde él mismo había coronado a León, conforme al ceremonial católico, y donde el príncipe había jurado retener la fe verdadera, decisión reiterada por él en carta al papa Gregorio II. Ahora, en 724-725, León cambia por completo y da comienzo a su campaña iconoclasta.
Germán pone en guardia al Pontífice y le informa de su resistencia al emperador; el texto de la carta se ha perdido, pero se conserva la respuesta del Papa, lleno de admiración ante la actitud vigorosa del patriarca, que contaba entonces unos noventa años: "cada hora me acuerdo de tu entrega y considero mi más sagrado deber el saludarte como a hermano mío y propugnador de la Iglesia".
Germán resiste desde el principio. Debió de ser bien doloroso para el Santo recordar la escena (a. 717) donde él mismo había coronado a León, conforme al ceremonial católico, y donde el príncipe había jurado retener la fe verdadera, decisión reiterada por él en carta al papa Gregorio II. Ahora, en 724-725, León cambia por completo y da comienzo a su campaña iconoclasta.
Germán pone en guardia al Pontífice y le informa de su resistencia al emperador; el texto de la carta se ha perdido, pero se conserva la respuesta del Papa, lleno de admiración ante la actitud vigorosa del patriarca, que contaba entonces unos noventa años: "cada hora me acuerdo de tu entrega y considero mi más sagrado deber el saludarte como a hermano mío y propugnador de la Iglesia".
También se conservan otras tres cartas del Santo referentes a esta misma
controversia. Una a Juan, metropolitano de Synades, a propósito del ya citado
Constantino de Nicolia, hostil al culto de las imágenes; otra a éste,
recordándole las promesas hechas a Germán de cesar en su actitud iconómaca, y la
tercera a Tomás de Claudiópolis: en esta última principalmente se esfuerza el
patriarca en demostrar por la Escritura y los Padres que la honra tributada a
las imágenes de Cristo, la Virgen y los santos no es idolatría, sino culto
dirigido al prototipo a través de la representación sensible.
Más emotiva es la admonición al mismo emperador (17 de enero del 730),
donde el casi centenario prelado se declara dispuesto a morir en defensa del
culto de las imágenes: hermoso es dar la vida por el nombre de Cristo, impreso
en su efigie externa. Tal grandeza de alma, junto con el apoyo que el Papa y San
Juan Damasceno prestaban al patriarca, contiene a León de tomar decisiones
demasiado violentas, pero manifiesta su deseo de que Germán señale sucesor en la
sede constantinopolitana. Finalmente, en una reunión celebrada por el emperador,
el noble anciano, despojándose de su ropaje episcopal, concluye un largo
discurso con estas palabras: "Si soy como Jonás, que se me arroje al mar; pero
haría falta un concilio ecuménico para que yo cambiara mis creencias". Después
se retira a Platanión, finca de familia, cercana a la capital, y allí muere en
733.
Las epístolas dogmáticas de Germán fueron leídas y aprobadas con cálidos
elogios en la cuarta sesión del segundo concilio Niceno (ecuménico 7.°) el año
787. Otra carta a los armenios defiende la doctrina calcedonense sobre las dos
naturalezas en Cristo, rechazando, por otra parte, toda sospecha de
nestorianismo. También se explica en ella el dogma cristológico de las dos
operaciones y dos voluntades, lo cual es una abierta repulsa del
monotelismo.
De vitae termino es el título latinizado de un diálogo del Santo, donde se
justifica el proceder de la divina Providencia al asignar a cada hombre
diferente duración de vida: tal discrepancia no proviene de la ciega casualidad;
todo está previsto y decretado por Dios. Otro escrito teológico-histórico de
Germán enumera concisamente la serie de herejías aparecidas a lo largo de los
siglos y los sínodos celebrados para combatirlas.
Especial interés reviste el aspecto oratorio-pastoral del patriarca. Los
nueve sermones que llevan su nombre revelan un estilo cuidadoso y una retórica a
tono con el ampuloso ambiente literario de la época. El género dialogado, que ya
en el siglo IV ocupa un puesto de honor en la homilética, toma, a partir del
siglo siguiente, un carácter "nuevo, poético y afectivo". Fecioru nos ofrece
recientemente un ejemplo, al editar (en el texto griego de Migne, completado con
el del códice gr.964 de la AcademIa Rumana) un sermón de Germán acerca de la
Anunciación.
Desde el punto de vista doctrinal son importantes sus sermones
mariológicos, por ejemplo en lo tocante a la mediación universal de la Virgen.
Dos de ellos, consagrados a la muerte (= Dormición) de Nuestra Señora, son buen
testimonio de la creencia del docto y piadoso patriarca en la asunción corporal
y en la realeza de la Madre de Dios. Los golpes de la corrupción no podían
quebrar el vaso de la divinidad, ni el cuerpo virginal, todo casto y santo, iba
a resolverse en polvo, como el de la antigua Eva, madre del polvo. No así María:
Madre de la Vida y de la luz, es transportada al paraíso, llenándolo de su
propia gloria; es el tránsito al descanso celeste y a las delicias de
Dios.
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Autor: Xavier Villalta
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