San Vicente de Lérins, Sacerdote y Monje
Mayo 24
Mayo 24
Martirologio Romano: En el monasterio de Lérins, en la Provenza, Francia, san Vicente, presbítero y monje, que fue muy célebre por su doctrina cristiana y santidad de vida, y empeñado con denuedo en el progreso de los creyentes en la fe. († c.450)
En sus dos obras, «Instructiones» y «De laude Eremi», san Euquerio dice que
san Vicente de Lérins «se distinguía por la elocuencia y el saber». Se cree que
el santo era hermano de san Lupo de Troyes. Probablemente había sido soldado
antes de tomar el hábito religioso en la abadía de Lérins, situada en una de las
islas de la costa de Cannes, llamada actualmente Saint-Honoré, en honor de su
fundador. En el año 434, casi tres años después de terminado el Concilio de
Éfeso, san Vicente compuso en Lérins, donde había sido ordenado sacerdote y era
monje, el «Commonitorium» contra las herejías, que le ha hecho famoso. En dicha
obra se refiere a sí mismo como a un peregrino extranjero que, para huir del
mundo y de sus placeres vanos y pasajeros, se entregó al servicio de Cristo en
el retiro del monasterio como el último de los monjes. El santo hace notar que
la lectura de los Santos Padres le permitió reunir una serie de principios o
criterios para distinguir la verdad cristiana del error y que se tomó el trabajo
de redactarlos, en primer iugar para su propio uso, y como una ayuda para la
memoria. San Vicente desarrolló sus primeras notas en un tratado que constaba de
dos partes, la segunda de las cuales se refería principalmente al Concilio de
Éfeso. Pero esa parte se extravió tal vez a consecuencia de un robo y tuvo que
contentarse con añadir a la primera parte una especie de resumen o
recapitulación.
En la obra de san Vicente, que consta de cuarenta y dos breves capítulos y
que san Roberto Belarmino calificaba de «pequeña por su contenido y grande por
su valor», se encuentra por primera vez enunciado el principio de que para
afirmar que una verdad pertenece a la doctrina católica, tiene que haber sido
sostenida siempre y en todas partes por todos los fieles: «quod ubique, quod
semper, quod ab ómnibus creditum est». Por consiguiente, hay que resolver los
puntos dudosos al aplicar este criterio de universalidad, antigüedad y
unanimidad, lo cual equivale, en la práctica, a probar que la mayoría de los
obispos y doctores han sostenido, unánimemente, dicha verdad.
La Biblia no puede ser el único criterio de verdad, porque está sujeta a
diferentes interpretaciones y la citan tanto los ortodoxos como los heterodoxos;
así pues, la única interpretación autorizada de la Biblia es la que da la
tradición de la Iglesia, puesto que sólo ésta tiene derecho de interpretarla.
Cuando aparece una nueva doctrina, hay que confrontarla con la universal de la
Iglesia; si en algún caso no se puede aplicar este criterio de universalidad a
causa de la divulgación de la herejía en un período determinado de la historia,
hay que referirse a la doctrina de la Iglesia primitiva. Y si ya en la primitiva
Iglesia había empezado a difundirse ese error, hay que resolver el problema
basándose en la fe de la mayoría. San Vicente admite la existencia del progreso
dogmático, pero afirma que sólo es legítimo cuando conserva la identidad y todas
las características esenciales, como el árbol respecto de la semilla y el ser
humano respecto de la célula germinal. La tarea principal de los Concilios
consiste en dilucidar, definir y subrayar las doctrinas que la Iglesia universal
ha enseñado, creído y practicado desde que existe. La autoridad de la Sede
Apostólica es la que sostiene el testimonio de los Padres, de los Doctores y de
los Concilios.
Existe una literatura inmensa sobre el Commonitorium de san Vicente, y los
juicios de los autores son muy diversos. El tratado fue escrito en una época en
que la controversia sobre la gracia y la libertad estaba en todo su furor, sobre
todo en el sur de Francia y muchos autores de nota consideran la obra de san
Vicente como un ataque velado contra el predestinacionismo exagerado de la
doctrina de san Agustín. Para probarlo, arguyen que, cuando apareció el
Commonitorium, el abad de Lérins y muchos de los monjes eran semipelagianos; que
san Vicente emplea en muchos pasajes la terminología semipelagiana; y que la
célebre defensa del agustinismo que publicó san Próspero de Aquitania, refutaba
las objecciones de un tal Vicente, a quien dichos autores identifican con San
Vicente de Lérins.
Pero el nombre de Vicente era entonces muy común; por otra parte, aunque el
santo emplea en algunos pasajes la terminología semipelagiana, otros pasajes de
su obra recuerdan tanto los términos del Credo de san Atanasio, que no han
faltado quienes atribuyeran este último documento a san Vicente de Lérins. Como
quiera que sea, el problema del semipelagianismo de san Vicente no está todavía
resuelto del todo; pero, si el santo erró en ese punto, erró en compañía de
muchos otros hombres de Dios. Ignoramos la fecha exacta de la muerte de su
muerte, pero debió acontecer hacia el año 445.
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Autor: Alban Butler | Fuente: «Vidas de los santos»
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